Con apenas 22 años, Charles Darwin emprendió un viaje transformador que duró cerca de cinco años y lo llevó a explorar rincones remotos del mundo. Durante la travesía, Darwin no solo recolectó muestras de fauna y flora autóctonas, sino que también realizó observaciones cruciales que más tarde inspirarían su teoría de la evolución. En la costa argentina, desenterró fósiles de criaturas extintas, como el megaterio y el gliptodonte, que lo llevaron a cuestionar las teorías predominantes de su época. Además, sus observaciones sobre las diferencias entre especies de ñandúes lo intrigaron y lo llevaron a reflexionar sobre la relación entre las especies y su entorno. Su valentía y curiosidad lo llevaron a explorar regiones aún desconocidas, como el río Santa Cruz y los canales de Tierra del Fuego, donde se encontró con culturas y paisajes que lo impactaron profundamente.
Durante su estancia en las Islas Galápagos, Darwin quedó fascinado por la diversidad de especies que encontró. Observó que las tortugas, los pinzones y otras criaturas variaban notablemente de una isla a otra, lo que sembró la semilla de su idea sobre la evolución y la selección natural. Estos descubrimientos jugarían un papel crucial en el desarrollo posterior de su teoría revolucionaria.
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