Una vez aceptada la teoría de la evolución, algunos empiezan a buscar el antepasado de los humanos, el origen del hombre.
El descubrimiento de este «eslabón perdido» se remonta a los hallazgos realizados por Eugene Dubois en 1891 en Trinil (Java). Dubois descubrió restos fósiles, entre ellos una calota y un fémur, que consideró pertenecientes a un individuo con características intermedias entre los humanos y los simios. Estos restos, conocidos como el «Hombre de Java», presentaban prominentes crestas en las cejas similares a las de los simios, pero un fémur claramente adaptado al bipedismo. Dubois los bautizó como Pithecanthropus erectus en referencia a la postura erguida que evidenciaba el fémur.