En el Renacimiento, monarcas, nobles y burgueses crearon estos «cuartos de maravillas» para atesorar objetos extraordinarios. En el siglo XVIII, estos espacios se abrieron al público, democratizando el conocimiento de la historia natural en una época en la que no todos tenían acceso al conocimiento. En 1788 llegó al Museo Nacional de Ciencias Naturales (Madrid) el esqueleto del Megatherium americanum, un perezoso gigante extinto.